Carmen Rengel
Las asociaciones y ONG señaladas como diana hablan de una "caza de brujas" que daña la democracia y limita la libertad de expresión.
Sus detractores sostienen que en sus informes y denuncias "mienten" y "deslegitiman" a las instituciones.
“Lo que está haciendo este Gobierno causaría sonrojo hasta a McCarthy”. Gideon Levy lo afirma furioso, enojado, aún incrédulo. Este periodista del Haaretz, uno de los más prestigiosos de Israel, reconocido por su compromiso con los derechos humanos y su empeño en contar las historias del lado palestino, define sin ambages lo que siente ante la decisión del Parlamento israelí (Knesset), que hace 10 días aprobó la creación de una comisión especial para investigar las actividades de ciudadanos y grupos locales de izquierdas a los que miembros del Gobierno acusan de deslegitimar al Estado. La decisión, aprobada por 41 votos a favor y 16 en contra, permitirá investigar los recursos empleados por ONG y particulares para denunciar a través de internet o de encuentros internacionales las actuaciones del Ejército de Israel en los Territorios Ocupados. La idea ha partido del ministro de Exteriores, el ultranacionalista Avigdor Lieberman, quien insiste en la necesidad de saber “quién paga a esta gente para ensuciar la imagen de Israel e, incluso, si están financiados por terroristas”. El debate en la Cámara dejó una estampa tristísima: diputados enfrentados a gritos, sillones vacíos en señal de protesta, acusaciones cruzadas… Los votos dejaron claro que el Gobierno de Benjamin Netanyahu y sus socios consideran que los izquierdistas son una “quinta columna venenosa” en el corazón del país, que “deslegitiman la labor necesaria y correcta” de las Fuerzas Armadas y que buscan “la desintegración de Israel y el hundimiento de su imagen internacional en favor de enemigos de la patria”. Una semana más tarde, Netanyahu hizo un matiz: “es posible” que también haya que investigar a las organizaciones de ultraderecha. Pero ni señaló con el dedo ni les regaló apelativo alguno.
Levy, conocedor del trabajo de estas asociaciones, y que llevaba meses alertando en sus columnas del riesgo de esta “caza de brujas”, sostiene que la izquierda está siendo acusada “en un juicio donde sólo hay fiscales”, y que izquierdista es ya hoy “sinónimo de delincuente”. “Un colono que roba la tierra es un sinonista; un derechista extremo y belicista es un patriota; un rabino que exalta ánimos es un líder espiritual; un racista que expulsa a extranjeros es un ciudadano leal. Sólo un izquierdista es un traidor en este país”, concluye. Su visión es compartida por los portavoces de la mayoría de ONG del país e incluso por los más destacados intelectuales israelíes, que han escrito un comunicado en el que sostienen que apoyar los derechos humanos, oponerse a la ocupación en Palestina o pedir que se indaguen crímenes de guerra son “obligaciones morales” de todo ciudadano al que le duele su tierra, mientras que buscar su silencio es “destrozar la democracia e imponer un régimen fascista, donde no existe la libertad de expresión y conciencia”. Para Lieberman, impulsor del proceso, todo es muy sencillo: “Son ellos los que están mintiendo contra nuestros soldados y debilitan nuestra imagen de única democracia de Oriente Medio. No se puede consentir que un cáncer anide entre nosotros”.
¿Pero qué tipo de personas y entidades entran en la lista negra? Ya se han puesto nombres en la diana: B´Tselem, ACRI, Breaking the Silence… Son algunas de las ONG que serán revisadas con lupa. Están marcados. Algunos de sus miembros o colaboradores están ya cumpliendo condena por su labor pacifista. Levy rememora a varios de ellos: El Nuri-Okbi, beduino, luchador por los derechos de su pueblo, encarcelado por faltarle un papel de su negocio, al que el juez le impuso más pena “por su militancia progresista”; Mossi Raz, ex parlamentario, detenido en una acera cuando contemplaba (ni siquiera participaba) una manifestación, que fue golpeado, esposado y arrestado. Jonathan Pollak, de Anarquistas contra el Muro, en la cárcel por ir lentamente en bicicleta durante una protesta en Tel Aviv contra el bloqueo de Gaza. Fue el único detenido. Un policía lo conoció y fue a por él. “Ése es el ejemplo del disidente peligroso, un chico muy de izquierdas, sí, que pasea en bici sin alterar a nadie y en silencio. A este ritmo, la cárcel va a estar llena de presos de conciencia como él. Tendremos muchos Liu Xiaobo”, avisa Uri Avnery, periodista, escritor, pacifista, diputado durante 10 años, la conciencia pura de los progresistas de Israel. Desmiente que el objetivo de entidades como ACRI (The Association For Civil Rights in Israel), con décadas de trabajo “documentado y serio” sean marionetas manejadas por intereses internacionales o incluso por países enemigos de Israel. O que mientan deliberadamente, como sostiene Lieberman, para “Describimos, sólo hacemos pensar, sólo damos voz a los que otros callan… Pero la comisión va a hacer de la libertad de expresión una pretensión hueca. Estamos cayendo por una pendiente resbaladiza que lleva a que la democracia se resienta”, insiste. Su visión, algo más edulcorada, es similar a la del presidente de Israel, Simón Peres, quien, mientras su partido, el Laborista (equivalente a socialista) se desintegra, sigue mostrándose en público cercano a estas organizaciones. “El seguimiento de las organizaciones perjudica a la democracia israelí”, ha señalado al diario Haaretz.
Lo grave, a juicio de Yael Toledano, socióloga afincada en Jerusalén, es que entre los ciudadanos de Israel está arraigando la idea de que “la izquierda es el verdadero enemigo del pueblo”. Ha sido paulatino, en pocos años, y gracias a pequeños comentarios, constantes, que desacreditan al colectivo. “Un análisis detallado de los discursos políticos da cuenta de esa persecución: se habla de “extrema izquierda”, de “radicales y contestatarios”, de “traidores”, de “incendiarios”, de “provocadores”. Eso cala”, explica. Además, sostiene que el Gobierno se cuida mucho de publicitar casos en los que se “constate” la realidad de las versiones que narran las ONG, ya sea la tortura de un soldado a un palestino o la invasión de un terreno por un colono. “Por ejemplo, unos activistas que denuncian los disparos contra un niño cisjordano salen en todos los medios el día que van a juicio por mentir supuestamente sobre las circunstancias del ataque. Sin embargo, no se muestra a los militares el día que son sometidos al juicio por ese caso. La imagen que queda es la de unas personas que encienden la mecha de la desconfianza y el descrédito en una institución superreverenciada, como las IDF”, abunda.
Jessica Montell, directora de B´Tselem, una de las asociaciones más difamadas estos días, sostiene que llevará el proceso “con el orgullo del que sabe que la izquierda es el único grupo que sigue conservando la moral en este país”. Que la acuse Lieberman, el hombre “que más desgasta con su radicalismo y racismo la imagen de Israel”, no es más que “una broma pesada”. “Yo no soy un enemigo interno de mi nación, sino una ciudadana que pelea la injusticia”, matiza. No teme a la comisión de la Knesset, porque ya llevan meses soportando la persecución. “Nuestras cuentas y nuestros donantes están claros, colgados en la web. Hasta hemos superado con nota una auditoría voluntaria sobre buenas prácticas. No hay más que transparencia en lo que hacemos”, añade. Lo que la descorazona es que esa “demonización” oculte los primeros pasos “firmes” hacia el “compromiso con la verdad y los derechos humanos” que se estaban dando desde el Ejército. A saber: las IDF ya están investigando denuncias de B´Tselem sobre malos tratos a presos, sobre las muertes de manifestantes en protestas contra el muro de Cisjordania o por delitos de guerra en los bombardeos de Gaza de enero de 2009. Hasta el Ministerio de Defensa les dio las gracias por abrirles los ojos. El deseo de entidades de esta naturaleza, explica Ilan Gehry, colaborador de Jewish Voice for Peace, es lograr “el Ejército más moral del mundo del que tanto le gusta hablar al ministro [Ehud] Barak”. “Lo que queremos es que Israel esté a la altura de las mejores democracias, que todas sus instituciones sean admirables y representativas de un pueblo justo, pacífico y respetuoso con el prójimo. Queremos un debate moral sobre nuestros soldados y políticos, porque Israel es una gran democracia que hay que cuidar de amenazas gigantescas”, resume.
Si se estaban tejiendo algunas colaboraciones, ¿por qué se ha roto la bajara de una forma tan dramática? Gehry tiene su explicación: para contentar a los socios de Netanyahu (ultranacionalistas y ultraortodoxos) y para dar un golpe de mano y calmar a cierto sector del Ejército tras la publicación de cientos de nombres de soldados que participaron en Plomo Fundido y podían incurrir en crímenes contra la humanidad. NGO Monitor y el movimiento estudiantil Im Tirtzu, sionistas de centro-derecha, se han encargado en estos meses de denunciar a las asociaciones progresistas, insistiendo en que B’Tselem y otras 15 organizaciones israelíes presionaron al Consejo de Derechos Humanos de la ONU para formar la Comisión Goldstone, que investigó aquella operación, con la “clara intención de criminalizar a Israel y blanquear los crímenes de guerra de Hamas contra el estado judío”. “A ellos les llega el dinero del extranjero para pintarnos de atrasados, violentos y racistas. Eso es mentira. La izquierda trata de imponer sus valores radicales y por eso tenemos derecho a saber quién les financia y quién impulsa esta campaña de odio contra Israel”. Quien habla es Ronen Shoval, fundador de Im Tirtzu.
Sin embargo, el asesor jurídico del Gobierno, Yehuda Wainstein, se negó a abrir una investigación de oficio contra esos grupos, como le pidió Lieberman, por falta de pruebas que sustentasen cualquier acusación, como recuerda Efe, e, incluso, la Fiscalía General aconsejó en agosto que la comisión de investigación parlamentaria no saliera adelante. De ahí que 16 entidades firmasen en documento en el que afirmaban: “Adelante, interroguen. No tenemos nada que ocultar”. Shoval elude esos precedentes e insiste en que de “gran parte” de la izquierda vienen “mentiras e hipocresía”. Pone dos ejemplos que afectan a B´Tselem. Una denuncia suya sobre unas ovejas quemadas a un pastor palestino por colonos. Nunca ocurrió. El pastor quemó unas zarzas, se produjo un incendio y murieron los animales. Luego, contó otra historia a los voluntarios y ellos la difundieron. Otra denuncia de colonos tirando piedras a palestinos, con vídeo como muestra. “Faltaba la primera parte, en la que se ve que son los árabes los que empiezan la pelea”. “¿Es eso seriedad y veracidad?”, se pregunta. “Denunciaron esos casos y eran un fraude. Los ciudadanos tienen derecho a saber qué hacen estos grupos”. Jessica Montell se defiende: errores puntuales, reconoce, han existido, pero desde 1989 son “infinitamente mayores los aciertos, los casos destapados reales y sangrantes”. “No me enorgullezco de los fallos, me llevan a ser más precisa y pedir un esfuerzo extra a nuestros voluntarios e investigadores. Pero que no usen esas excusas para silenciarnos. Intentan obstaculizar nuestro trabajo, pero tenemos el apoyo de Gobiernos de medio mundo [Reino Unido, Holanda, Noruega…] por nuestra seriedad al trabajar. No nos pararán”.
La comisión aún no está creada, así que mientras, estos días, el debate está en la prensa y en la calle, con manifestaciones contra la medida del Gobierno que, realmente, no llegan a contagiar más que a los afectados, y no atraen al grueso de la población israelí. Antes de que se constituya ese grupo de investigación, habrá que definir quién la compone y de quién se va a ocupar. Parece claro que un miembro del partido de Lieberman, Israel Beitenu, tendrá ganada la presidencia. Y que el frente progresista en la Cámara (Hadash, Meretz, Balad…) no podrá parar el juicio sumarísimo a la izquierda. De momento, ninguna web de estas asociaciones puede ya consultarse desde el Aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv. Primer tijeretazo.
Levy, conocedor del trabajo de estas asociaciones, y que llevaba meses alertando en sus columnas del riesgo de esta “caza de brujas”, sostiene que la izquierda está siendo acusada “en un juicio donde sólo hay fiscales”, y que izquierdista es ya hoy “sinónimo de delincuente”. “Un colono que roba la tierra es un sinonista; un derechista extremo y belicista es un patriota; un rabino que exalta ánimos es un líder espiritual; un racista que expulsa a extranjeros es un ciudadano leal. Sólo un izquierdista es un traidor en este país”, concluye. Su visión es compartida por los portavoces de la mayoría de ONG del país e incluso por los más destacados intelectuales israelíes, que han escrito un comunicado en el que sostienen que apoyar los derechos humanos, oponerse a la ocupación en Palestina o pedir que se indaguen crímenes de guerra son “obligaciones morales” de todo ciudadano al que le duele su tierra, mientras que buscar su silencio es “destrozar la democracia e imponer un régimen fascista, donde no existe la libertad de expresión y conciencia”. Para Lieberman, impulsor del proceso, todo es muy sencillo: “Son ellos los que están mintiendo contra nuestros soldados y debilitan nuestra imagen de única democracia de Oriente Medio. No se puede consentir que un cáncer anide entre nosotros”.
¿Pero qué tipo de personas y entidades entran en la lista negra? Ya se han puesto nombres en la diana: B´Tselem, ACRI, Breaking the Silence… Son algunas de las ONG que serán revisadas con lupa. Están marcados. Algunos de sus miembros o colaboradores están ya cumpliendo condena por su labor pacifista. Levy rememora a varios de ellos: El Nuri-Okbi, beduino, luchador por los derechos de su pueblo, encarcelado por faltarle un papel de su negocio, al que el juez le impuso más pena “por su militancia progresista”; Mossi Raz, ex parlamentario, detenido en una acera cuando contemplaba (ni siquiera participaba) una manifestación, que fue golpeado, esposado y arrestado. Jonathan Pollak, de Anarquistas contra el Muro, en la cárcel por ir lentamente en bicicleta durante una protesta en Tel Aviv contra el bloqueo de Gaza. Fue el único detenido. Un policía lo conoció y fue a por él. “Ése es el ejemplo del disidente peligroso, un chico muy de izquierdas, sí, que pasea en bici sin alterar a nadie y en silencio. A este ritmo, la cárcel va a estar llena de presos de conciencia como él. Tendremos muchos Liu Xiaobo”, avisa Uri Avnery, periodista, escritor, pacifista, diputado durante 10 años, la conciencia pura de los progresistas de Israel. Desmiente que el objetivo de entidades como ACRI (The Association For Civil Rights in Israel), con décadas de trabajo “documentado y serio” sean marionetas manejadas por intereses internacionales o incluso por países enemigos de Israel. O que mientan deliberadamente, como sostiene Lieberman, para “Describimos, sólo hacemos pensar, sólo damos voz a los que otros callan… Pero la comisión va a hacer de la libertad de expresión una pretensión hueca. Estamos cayendo por una pendiente resbaladiza que lleva a que la democracia se resienta”, insiste. Su visión, algo más edulcorada, es similar a la del presidente de Israel, Simón Peres, quien, mientras su partido, el Laborista (equivalente a socialista) se desintegra, sigue mostrándose en público cercano a estas organizaciones. “El seguimiento de las organizaciones perjudica a la democracia israelí”, ha señalado al diario Haaretz.
Lo grave, a juicio de Yael Toledano, socióloga afincada en Jerusalén, es que entre los ciudadanos de Israel está arraigando la idea de que “la izquierda es el verdadero enemigo del pueblo”. Ha sido paulatino, en pocos años, y gracias a pequeños comentarios, constantes, que desacreditan al colectivo. “Un análisis detallado de los discursos políticos da cuenta de esa persecución: se habla de “extrema izquierda”, de “radicales y contestatarios”, de “traidores”, de “incendiarios”, de “provocadores”. Eso cala”, explica. Además, sostiene que el Gobierno se cuida mucho de publicitar casos en los que se “constate” la realidad de las versiones que narran las ONG, ya sea la tortura de un soldado a un palestino o la invasión de un terreno por un colono. “Por ejemplo, unos activistas que denuncian los disparos contra un niño cisjordano salen en todos los medios el día que van a juicio por mentir supuestamente sobre las circunstancias del ataque. Sin embargo, no se muestra a los militares el día que son sometidos al juicio por ese caso. La imagen que queda es la de unas personas que encienden la mecha de la desconfianza y el descrédito en una institución superreverenciada, como las IDF”, abunda.
Jessica Montell, directora de B´Tselem, una de las asociaciones más difamadas estos días, sostiene que llevará el proceso “con el orgullo del que sabe que la izquierda es el único grupo que sigue conservando la moral en este país”. Que la acuse Lieberman, el hombre “que más desgasta con su radicalismo y racismo la imagen de Israel”, no es más que “una broma pesada”. “Yo no soy un enemigo interno de mi nación, sino una ciudadana que pelea la injusticia”, matiza. No teme a la comisión de la Knesset, porque ya llevan meses soportando la persecución. “Nuestras cuentas y nuestros donantes están claros, colgados en la web. Hasta hemos superado con nota una auditoría voluntaria sobre buenas prácticas. No hay más que transparencia en lo que hacemos”, añade. Lo que la descorazona es que esa “demonización” oculte los primeros pasos “firmes” hacia el “compromiso con la verdad y los derechos humanos” que se estaban dando desde el Ejército. A saber: las IDF ya están investigando denuncias de B´Tselem sobre malos tratos a presos, sobre las muertes de manifestantes en protestas contra el muro de Cisjordania o por delitos de guerra en los bombardeos de Gaza de enero de 2009. Hasta el Ministerio de Defensa les dio las gracias por abrirles los ojos. El deseo de entidades de esta naturaleza, explica Ilan Gehry, colaborador de Jewish Voice for Peace, es lograr “el Ejército más moral del mundo del que tanto le gusta hablar al ministro [Ehud] Barak”. “Lo que queremos es que Israel esté a la altura de las mejores democracias, que todas sus instituciones sean admirables y representativas de un pueblo justo, pacífico y respetuoso con el prójimo. Queremos un debate moral sobre nuestros soldados y políticos, porque Israel es una gran democracia que hay que cuidar de amenazas gigantescas”, resume.
Si se estaban tejiendo algunas colaboraciones, ¿por qué se ha roto la bajara de una forma tan dramática? Gehry tiene su explicación: para contentar a los socios de Netanyahu (ultranacionalistas y ultraortodoxos) y para dar un golpe de mano y calmar a cierto sector del Ejército tras la publicación de cientos de nombres de soldados que participaron en Plomo Fundido y podían incurrir en crímenes contra la humanidad. NGO Monitor y el movimiento estudiantil Im Tirtzu, sionistas de centro-derecha, se han encargado en estos meses de denunciar a las asociaciones progresistas, insistiendo en que B’Tselem y otras 15 organizaciones israelíes presionaron al Consejo de Derechos Humanos de la ONU para formar la Comisión Goldstone, que investigó aquella operación, con la “clara intención de criminalizar a Israel y blanquear los crímenes de guerra de Hamas contra el estado judío”. “A ellos les llega el dinero del extranjero para pintarnos de atrasados, violentos y racistas. Eso es mentira. La izquierda trata de imponer sus valores radicales y por eso tenemos derecho a saber quién les financia y quién impulsa esta campaña de odio contra Israel”. Quien habla es Ronen Shoval, fundador de Im Tirtzu.
Sin embargo, el asesor jurídico del Gobierno, Yehuda Wainstein, se negó a abrir una investigación de oficio contra esos grupos, como le pidió Lieberman, por falta de pruebas que sustentasen cualquier acusación, como recuerda Efe, e, incluso, la Fiscalía General aconsejó en agosto que la comisión de investigación parlamentaria no saliera adelante. De ahí que 16 entidades firmasen en documento en el que afirmaban: “Adelante, interroguen. No tenemos nada que ocultar”. Shoval elude esos precedentes e insiste en que de “gran parte” de la izquierda vienen “mentiras e hipocresía”. Pone dos ejemplos que afectan a B´Tselem. Una denuncia suya sobre unas ovejas quemadas a un pastor palestino por colonos. Nunca ocurrió. El pastor quemó unas zarzas, se produjo un incendio y murieron los animales. Luego, contó otra historia a los voluntarios y ellos la difundieron. Otra denuncia de colonos tirando piedras a palestinos, con vídeo como muestra. “Faltaba la primera parte, en la que se ve que son los árabes los que empiezan la pelea”. “¿Es eso seriedad y veracidad?”, se pregunta. “Denunciaron esos casos y eran un fraude. Los ciudadanos tienen derecho a saber qué hacen estos grupos”. Jessica Montell se defiende: errores puntuales, reconoce, han existido, pero desde 1989 son “infinitamente mayores los aciertos, los casos destapados reales y sangrantes”. “No me enorgullezco de los fallos, me llevan a ser más precisa y pedir un esfuerzo extra a nuestros voluntarios e investigadores. Pero que no usen esas excusas para silenciarnos. Intentan obstaculizar nuestro trabajo, pero tenemos el apoyo de Gobiernos de medio mundo [Reino Unido, Holanda, Noruega…] por nuestra seriedad al trabajar. No nos pararán”.
La comisión aún no está creada, así que mientras, estos días, el debate está en la prensa y en la calle, con manifestaciones contra la medida del Gobierno que, realmente, no llegan a contagiar más que a los afectados, y no atraen al grueso de la población israelí. Antes de que se constituya ese grupo de investigación, habrá que definir quién la compone y de quién se va a ocupar. Parece claro que un miembro del partido de Lieberman, Israel Beitenu, tendrá ganada la presidencia. Y que el frente progresista en la Cámara (Hadash, Meretz, Balad…) no podrá parar el juicio sumarísimo a la izquierda. De momento, ninguna web de estas asociaciones puede ya consultarse desde el Aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv. Primer tijeretazo.
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